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La tierra maya abarcaba una vasta extensión de territorio, extendiendo su influencia desde más allá de Guatemala, Chiapas y Yucatán. Se especula que hacia el norte de México pudo haber llegado más allá de la Huasteca Potosina. Hacia el sur, la cultura maya alcanzó Honduras, atravesando Belice, y se cree que su influencia podría haber llegado hasta la frontera norte de Colombia. Sin embargo, la magnitud completa de su legado aún permanece desconocida, enterrada y oculta bajo la selva de Centroamérica. La riqueza cultural y la extensión geográfica de la civilización maya siguen siendo objeto de estudio y descubrimiento, ya que nuevos hallazgos pueden revelar aún más sobre esta fascinante y enigmática civilización.
La mayoría de las antiguas ciudades mayas yacen actualmente en ruinas, muchas de ellas enterradas, y muchas más aún están por descubrirse. El tiempo, la llegada de nuevas tribus, la conquista y los diferentes asentamientos han dejado muchas de estas ciudades perdidas y veladas para siempre a nuestros ojos.
En 1839, la zona maya estaba cubierta por un denso bosque selvático, que hoy en día está prácticamente extinto. Durante esa época, jaguares, serpientes, venados y faisanes deambulaban libremente por la región. Sin embargo, en la actualidad, estos magníficos animales están casi extintos. En la era de los grandes señores mayas, estos animales no solo formaban parte de su cultura, sino que también eran altamente valorados y respetados. La pérdida de estos recursos naturales y la desaparición de la biodiversidad son testimonios del cambio significativo que ha experimentado la región a lo largo de los años.
Con recursos limitados disponibles en el siglo XIX para llegar a lugares inhóspitos, dos aventureros, John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood, se embarcaron en una expedición a la húmeda y calurosa tierra del Petén. Stephens, un explorador aventurero famoso por sus relatos de travesías exóticas, se asoció con Catherwood, un dibujante cuyos trazos de carboncillo y papel capturaron los vestigios de la exuberante cultura maya sumida en la selva y el tiempo.
Previamente, Stephens realizó dos expediciones, una que incluyó Egipto, Arabia Pétrea y Tierra Santa en 1837, y otra a Grecia, Turquía, Rusia y Polonia en 1838. Sus éxitos anteriores como escritor le permitieron financiar parte de su viaje al Petén con el respaldo reticente de su editor. La fascinación de Stephens por una tierra aún más exótica y misteriosa en América, de la cual había oído hablar durante su visita a Egipto, lo llevó a persuadir a su editor de financiar esta nueva aventura.
La presencia crucial de Catherwood, quien acompañó a Stephens, se reveló determinante en la expedición. Sus trazos artísticos documentaron visualmente los vestigios de la civilización maya oculta en la selva, contribuyendo significativamente a la comprensión y apreciación de esta antigua cultura.
En 1841, John Lloyd Stephens escribió "Incidentes de viaje en América Central, Chiapas, y Yucatán" (volumen 1 y 2), y debido al gran éxito de estas obras, realizó un segundo viaje a Yucatán. En 1843, publicó su cuarto libro titulado "Incidentes de viaje en Yucatán" (volumen 1 y 2).
A pesar de los contratiempos y problemas que enfrentaron, Stephens y Catherwood, contagiados por el fascinante encanto de la selva maya, deseaban explorar aún más las profundidades de esta región. Su dedicación a documentar visualmente las ruinas de la época maya marcó un hito significativo. Aunque la arqueología moderna puede no otorgarles todo el mérito, las imágenes rescatadas por Stephens y Catherwood se consideran evidencia crucial y valiosa.
Estos exploradores fueron los primeros en capturar visualmente las ruinas de ese tiempo, y el impacto de sus descubrimientos ha perdurado en la historia. Las ilustraciones de Catherwood, en particular, proporcionaron una representación gráfica única y detallada de las maravillas arqueológicas de la civilización maya, dejando un legado invaluable en el estudio de esta antigua cultura.
Cuando mis pies tocaron estas tierras impregnadas de misterio, ya se respiraba la atmósfera de una rica tradición arqueológica, donde excavaciones y restauraciones narraban historias enterradas en la tierra ancestral. Aun en la actualidad, bajo la mirada del sol ardiente, se vislumbran vestigios que aguardan ser liberados de su milenario letargo.
Fue a través de las páginas del libro "Incidentes del viaje a Yucatán", entre otras obras que me sumergí en la apasionante travesía de la cultura maya. Me dejé llevar por las palabras de los escritores, permitiéndome perderme en las sombras de un árbol antiguo y reposar a los pies de una pirámide que se alzaba como testigo silente de un pasado glorioso.
Ahora, al presentarles la novela KinBe, les invito a sumergirse en las profundidades de una narrativa que fusiona historia y ficción, donde los personajes cobran vida entre las líneas y las ilustraciones de Catherwood dan forma a los susurros de antaño. Que este viaje a través de las palabras y los trazos sea tan cautivador para ustedes como lo fue para mí, una odisea que despierta la curiosidad dormida y despierta el espíritu aventurero que yace en cada corazón.
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