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El físico cuántico Vladko Vedral afirmó:
"La realidad no se sustenta ni en materia ni en energía, sino en información."
Nuestro cerebro, en esencia, es un sistema de codificación y decodificación de información. Si comprendemos la profundidad de esta idea, entenderemos que nuestras emociones, percepciones y lo que llamamos realidad no son más que una interpretación sofisticada de datos que recolectamos a través de nuestros sentidos.
Toda la información sensorial se transmite como impulsos electromagnéticos hacia nuestra red neuronal. Allí, gran parte de esta información ya está codificada y almacenada, permitiéndonos interpretar el mundo, procesar nuestras emociones y responder a las exigencias del día a día.
Desde la antigüedad, los pitagóricos sostenían que los números eran la esencia de todas las cosas. Creían que el universo estaba ordenado según proporciones matemáticas y que estas estructuras podían explicar la armonía y el equilibrio del cosmos. Para ellos, las matemáticas no eran solo una herramienta de medición, sino una vía de acceso al conocimiento profundo de la realidad y del ser humano.
Esta visión influyó enormemente en el desarrollo de la ciencia moderna y nos ayuda a entender que todo en nuestro universo, incluida la información que procesa nuestro cerebro, puede reducirse a patrones matemáticos y estructuras codificadas.
La biorresonancia ha evolucionado desde los principios de la acupuntura china hasta la codificación informática, donde la energía puede ser medida como ondas de frecuencia. Con el tiempo, estas ondas han sido ordenadas y codificadas, tal como ocurre con un archivo MP3 o un sistema alfanumérico que representa información específica.
Hoy sabemos que una fórmula numérica puede representar una realidad concreta dentro de la vida de una persona. Desde esta perspectiva, podemos reorganizar esa información para hacerla armónica, algo que nuestro organismo reconoce y asimila naturalmente.
Asimismo, nuestras neuronas procesan e interpretan la información de diversas formas: a través del lenguaje escrito, las imágenes y los sonidos, incluso cuando no somos plenamente conscientes de ello. Esto refuerza la idea de que la realidad está codificada en un nivel supraconsciente, también conocido como conciencia colectiva.
En este contexto, la biodescodificación surge como un enfoque terapéutico que propone una conexión entre nuestras emociones y nuestros síntomas físicos.
La biodescodificación sostiene que las enfermedades no solo son el resultado de factores físicos, sino que también pueden estar relacionadas con conflictos emocionales no resueltos. Según esta perspectiva, el cuerpo expresa estos conflictos a través de síntomas físicos, funcionando como un "lenguaje" que nos permite identificar y abordar el malestar emocional.
El proceso de biodescodificación busca identificar los conflictos emocionales que podrían estar vinculados a los síntomas físicos. Para ello, se utilizan técnicas como entrevistas, preguntas dirigidas y relajación. Una vez identificado el conflicto, se analiza su origen y su impacto en la vida de la persona, permitiéndole tomar conciencia y encontrar sus propias herramientas para resolverlo.
La biodescodificación no busca "descodificar" a una persona, sino acompañarla en la comprensión de la conexión entre sus emociones y su estado físico, dándole herramientas para gestionar su bienestar de manera consciente.
La realidad es, en última instancia, información. Nuestro cerebro la codifica y la interpreta para dar sentido a nuestra existencia. Desde esta perspectiva, tanto la biorresonancia como la biodescodificación nos ofrecen herramientas para comprender cómo nuestra información interna —emociones, creencias y patrones— influye en nuestra salud y bienestar.
Al tomar conciencia de esta conexión, podemos intervenir activamente en nuestro equilibrio físico y emocional, utilizando el conocimiento para sanar y armonizar nuestra realidad.
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