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Ball game

The pre-Columbian ball game

A Ball Game where light fights against darkness or a ritual of life and death.

On the vast stage of the court, duality unfolded with the dance of the players, representing the eternal conflict between light and darkness. In Mayan mythology, Pok Ta Pok, the ball game, was more than a sporting competition; it was a rite of passage, a symbolic representation of the journey of the soul in its search for enlightenment.


With a rubber ball as their messenger, the players faced each other on the battlefield, each bounce marking a stage in their personal struggle. Dressed as divine twins in white, they faced their dark reflections, personifying the eternal struggle between antagonistic forces. The court, precisely oriented to the path of the sun, added a cosmic nuance to this theatrical performance.


The game was not just a physical competition, but a metaphor for life. The goal of passing the ball through the stone ring was not only an athletic act, but a symbol of overcoming obstacles on the journey to spiritual maturity. Light and darkness, victory and defeat, all intertwined in a sacred dance on the stone arena.


In the dark jungle of the human psyche, the game became a rite, a process of initiation where the old had to die to make room for the new. Each beat resonated like a heartbeat in the heart of the cosmos, an ancestral echo that reminded players of their connection to something greater than themselves.


Thus, the Mayan Ball Game was not simply a sport, but a mystical spectacle that transcended time and space. With each bounce, the Mayans wove their stories, intertwining reality with the divine, transforming a simple game into an eternal ritual of life and death.

Sin embargo, en los misteriosos paneles de Chichén Itzá también se plasmaba otra dimensión del juego de pelota, el Pok Ta Pok. Aquí, la competencia se transformaba en una lucha épica entre los gemelos divinos y sus oscuros contrapartes. En un escenario donde la luz y la sombra danzaban en perfecta armonía, los jugadores, vestidos de blanco como los gemelos divinos, se enfrentaban a su dualidad, personificada por los gemelos oscuros.

La cancha, orientada de manera precisa, agregaba un matiz cósmico a la competición. Al amanecer, la pared este estaba en sombras mientras que la pared oeste se iluminaba; al extenderse el juego, las sombras cambiaban de posición, simbolizando la inevitable dualidad de la existencia. La vida y la muerte, la luz y la oscuridad, se entrelazaban en una narrativa sagrada que trascendía lo físico.

El objetivo del Pok Ta Pok era claro: arrojar la pelota a través de anillos de piedra elevados a más de seis metros de altura. Esta tarea, más que una prueba de habilidad atlética, era una representación simbólica de superar obstáculos en el camino hacia la iluminación espiritual.

En los paneles, se puede observar un ritual de decapitación, lo cual ha llevado a diversas interpretaciones. Sin embargo, desde una perspectiva simbólica, este acto podría representar el fin de lo viejo y el surgimiento de lo nuevo. La lucha en la cancha no solo era contra un adversario físico, sino una batalla interna contra las pasiones y los miedos personificados en los gemelos oscuros.

Así, el juego de pelota maya no era simplemente una competencia deportiva; era una epopeya cósmica que revelaba las verdades más profundas de la existencia. En cada rebote resonaba la sinfonía de la transformación, una danza eterna que tejía los hilos del tiempo y del alma en el juego sagrado de la pelota.

Pok-Ta-Pok and the Ulama


En el escenario sagrado del Pok Ta Pok, donde los dioses gemelos danzaban en blanco, se desataba la batalla entre la luz y la oscuridad. Con un mínimo de dos jugadores y un máximo de cuatro, los gemelos divinos enfrentaban a sus contrapartes oscuros, una representación cósmica donde la pelota de caucho se convertía en el testigo del eterno conflicto entre fuerzas opuestas.



Las paredes de la cancha, orientadas de norte a sur, tejían la danza de la luz y la sombra. Por la mañana, la pared este se sumía en sombras mientras la pared oeste brillaba bajo el sol. Con el transcurso del juego, las sombras bailaban y cambiaban su posición, simbolizando que nada es completamente blanco ni completamente negro. Era una lección de vida, donde la percepción podía cambiar, como las sombras que se desplazaban sobre la piedra antigua.


El juego no era tarea fácil. Aunque la pelota de caucho era más pequeña y saltarina que la del Ulama, el desafío residía en hacerla pasar por un anillo de piedra que se alzaba sobre los seis metros. El primer jugador que lograba este acto de destreza se alzaba como el vencedor.


En los paneles, se ha debatido sobre la posibilidad de decapitación como un rito post-juego, pero desde mi perspectiva, esto es más que una representación literal; es una simbología profunda que trasciende el simple acto físico, una interpretación cargada de significado en el místico juego de los dioses mayas.

¿Qué querían los mayas representar con este juego? 

The panels, highlighting the low relief carved into the stones, reveal to us the enigma of the Ulama players. Dressed in clothing that defies the logic of the ball game, these warriors carried with them not only the physical burden of competition, but also the weight of a deeper symbolism. By examining each character, we discover traits that connect them with others engraved in different corners of the same ancestral land, such as the jaguar annex and the temple of a thousand columns.


The question becomes a fascinating mystery: what did the Mayans intend to express through this game? Beyond the physical competition on the court, Pok Ta Pok, in particular, reveals itself as an initiation step. In this game, the old had to give way to the new, and the struggle did not reside only on the playing field, but in the very essence of each player. Each counterpart, a reflection of the other, responded to the situation, revealing the dominance of passions or the aggression originated by fear.



The Ball Court thus becomes a mirror of the human psyche, where the Mayans, with their ancestral wisdom, painted a symbolic canvas that finds its echo in the pages of the Popol Vuh. There is still much to explore in this monumental monument and its engravings, a treasure that, we hope, will endure in the flow of time.

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